A muchos de nosotros nos pasa que tenemos un recuerdo de la Navidad como una fiesta de unión y familia, de reencuentro con amistades lejanas o de nuevos descubrimientos. Con el paso de los años vamos viendo cómo lo que era familia y reencuentro se convierte en consumo y derroche. Compramos cosas que no necesitamos, comemos más de lo que debemos y nada de ello llena los vacíos que tenemos en nuestro interior. Nos agobiamos con las compras, con cumplir los deseos de todos y cada uno de nuestros seres queridos. Intentamos asistir a todos los eventos sociales posibles. Y finalmente olvidamos la esencia del vivir y disfrutar la Navidad.
En los últimos tiempos he meditado y reflexionado mucho sobre ciertas normas sociales, me he dado cuenta que no estoy de acuerdo con todas ellas. Para vivir en sociedad hemos adoptado una serie de normas sociales a las que a veces ni siquiera les concedemos el beneficio de la duda. Que puedes hacer ciertas cosas sin que lo marque un calendario. Que todos los días puede ser Navidad.
No es necesario que un calendario marque la fecha de la unión familiar, podemos hacer saber nuestros seres queridos cuanto los queremos cualquier día del año, o mejor aún, todos los días del año. Podemos quedar cualquier día normal con algún amigo especial, tomar un café con él o hacerle una visita. Podemos regalar nuestra mejor sonrisa y nuestros mejores abrazos cualquier día normal de cualquier semana normal y eso lo hará más especial.
Este año será el primero que no voy a celebrar el día de Navidad rodeada de mi familia y amigos. Este año para mí es especial. Aún no sé dónde estaré ese día, no sé lo que voy a comer, tampoco sé las ropas que usaré. Sólo voy a estar con una persona. Nada de lujos ni de cosas típicas de Navidad. El plan especial es que no hay ningún plan. Todo será lo que tenga que ser.
Feliz Navidad a todos.
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